África, tu grandioso nombre suena
a dignidad constantemente herida,
a tragedia por todos consentida,
a sobredosis de penuria en vena.
Mentarte sin sentir la más profunda
indignación no es propio del humano.
Ver como muere un continente hermano
requiere ya una solución rotunda.
Ser la elegida por la madre tierra
como depositaria de sus bienes
ha sido tu castigo: por tus genes
circulan las maldades de la guerra.
Con tus materias primas se construyen
multitud de productos esenciales,
que engordan las fortunas personales
de cuantos tiranizan y destruyen.
Pero el mundo es un sálvese quien pueda...
Quedan gestos vacíos, bocas mudas,
manos quietas, sanciones tartamudas
cuando entra paz en forma de moneda.
Los que hoy exigen plenas libertades
eran ayer magníficos verdugos.
Ahora extienden invisibles yugos
con el fin de imponer sus voluntades.
África inerme, ruge con violencia
y enarbola en el rostro del contrario
el temor a vivir igual calvario
que el por ti padecido en su presencia.
Jamás será tu sufrimiento vano
si buscas con ahínco la victoria.
Escupe de tus fauces a la escoria
que impide ser al pueblo soberano.
No vivas de rodillas sobre el suelo...
Rechaza a la miseria enamorada,
y eleva al horizonte tu mirada
hasta fundirla en el azul del cielo.
Nunca estará tu rota voz desierta
en la diversidad de tu agonía,
firme raíz de negra poesía.
África, insubordínate. ¡Despierta!