Miguel Hernández, hijo de la pana,
férreo defensor de la hoz y el trigo,
custodio para el débil y enemigo
siempre de toda voluntad tirana.
Su lujo, una roída americana,
su tesoro: talento por castigo.
La elegía a Ramón Sijé, su amigo,
les da la vida eterna del mañana.
De los grandes autores del momento
obtuvo poco reconocimiento
el cósmico poeta de Orihuela...
-¡Qué tino!- Porque no es cuestión de suerte
que décadas después de ver la muerte
siga su lírica creando escuela.