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Interminable espera

Tras acabar la interminable espera,
subido a un tren inicio movimiento:
voy al país de triste firmamento
y de famosa tradición quesera.

Ciudad tejida sobre la pradera
donde el ganado encuentra su alimento.
Nombrarla es evocar un yacimiento
de vistas que enamoran a cualquiera.

Por sus calles de piedra sugerente,
las gaitas trovan una melodía
armónica y sonora como el rayo.

Cariño, cuando esté de cuerpo ausente
me hallarás esculpiendo poesía
en tierras del heroico Don Pelayo.

Imagen de la Catedral de Oviedo